El año pasado por estas fechas -a caballo entre enero y febrero, con los exámenes a cuestas- andaba yo leyendo El libro de arena de Jorge Luis Borges. Después de comer, disfrutando del hecho de que mi compañera de piso había desaparecido durante dos semanas, me preparaba una taza de té muy caliente y me acomodaba en una de las dos butacas enfundadas en naranja que componían la escasa decoración del salón. Recuerdo que entraba mucha luz y que como a aquellas horas la calefacción estaba apagada, el agua hirviendo me reconfortaba por dentro. Era mi parte favorita del día: hacer un paréntesis en la rutina del estudio cuando todo lo demás a mi alrededor sesteaba. Fue este libro, el de Borges, el que estableció esa costumbre, que continué durante el resto del curso, hasta bien entrado julio, a pesar de que el calor apretaba demasiado para tomar el té.
Uno de los relatos de El libro de arena que más me impacto fue "El otro". Espero que os guste tanto como a mí.
Mucho ánimo a los que, en esta época, andan con el escritorio enredado de apuntes.
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