jueves, 18 de octubre de 2012

Memorias de Adriano

Estoy enamorada de Marguerite Yourcenar.

De ella y de sus Memorias de Adriano, claro. Al sumergirse entre sus páginas, el lector casi juraría que esta mujer y Adriano fueron amigos íntimos, que se conocían a la perfección a pesar de los dieciocho siglos de Historia que los separaron.
La autora relata la vida de Adriano en primera persona, como si fuera el mismo emperador. Ella crece con él, luchan juntos contra los enemigos del Imperio, gobierna a su lado, se enamora de Antínoo.

Al pasar la última página de la novela, es imposible no echar de menos al emperador y sus preocupaciones. Una desea sumergirse de nuevo en la narración para pasear una vez más por Villa Adriana y redescubrir el carácter resuelto y obstinado de uno de los hombres más grandes de nuestra Historia.

"El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros.





Cada hombre está eternamente obligado, en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las delicias del caos y las de la estabilidad, entre el titán y el Olímpico.”


Baker Street

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