lunes, 28 de marzo de 2011

El color prohibido


Kinjiki es un término japonés empleado a modo de eufemismo para la palabra homosexual. Este título tan sugerente en la transcripción a nuestro idioma rige la temática de la novela.

Novela primeriza de Yukio Mishima, la historia comienza con Shunsuké, un escritor entrado entrado en años que sufre los achaques de la vejez, a la par que la carga de los recuerdos. Rechazado desde su infancia, su pasado traumático con las mujeres genera en él un odio exacerbado en contra de este sexo, llenándole de amargura.


Encaprichado de Yasuko, una joven admiradora de su obra, al verse rechazado por ella su frustración misógina entra en ebullición, y llega una opotunidad que su mezquina mente no puede dejar escapar.



Yuichi es el novio de Yasuko, de quien está perdidamente enamorada. Pero el joven de escandaloso atractivo físico esconde un secreto: su verdadera inclinación sexual.


Homosexual desde que toma conciencia de ello en la adolescencia, se ve bamboleado por la presión social a la par que por el reclamo de sus instintos. Cuando Shunsuké descubre esto, ofrece al joven ser partícipe de su plan: casarse con Yasuko para verse libre de la ruina económica y, una vez contraído el matrimonio, hacer de la vida de la joven un infierno, como modélico castigo por la crueldad femenina.



La refinada crueldad de Shunsuké y los intereses de Yuichi tejen la trama: antes y después del matrimonio, comienzan los deslices de este último; la búsqueda de aventuras homosexuales que ocultará a su esposa, a la par que minará la felicidad de la ingenua Yasuko para deleite del primero.


Empecé el libro hace unos días. Ante todo, me sorprendió la temática; tan llevada al límite, tan inusual, que se me antojó irreal. No obstante, conforme uno vive y lee, observa que la realidad siempre supera a la ficción.


Apenas llevo setenta páginas; pero la tragedia ya se avecina sobre los personajes, como una tormenta previamente anunciada.


De momento puedo decir que alabo los matices emocionales con que Mishima construye a los personajes: la complejidad de sus emociones, sentimientos y deseos.


Rigurosamente hilvanadas, como un intrincado tapiz, las vidas de estos tres personajes se entretejen en la historia de un modo que impide adivinar con exactitud su final.


No sé si lo he dicho en anteriores ocasiones; pero la literatura oriental es un tesoro recién descubierto para Occidente, apenas accesible hasta hace muy poco. Cuando acabe la novela os contaré mis impresiones.


Baker Street.

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